El nuevo gobierno de EE.UU. no es una cura para el malestar estadounidense

El 20 de enero, el presidente electo Joe Biden prestó juramento como el 46.º presidente de Estados Unidos en medio de fuertes medidas de seguridad de la Guardia Nacional. Durante los últimos cuatro años, se han encendido las alarmas en diversos ámbitos del país, desde el control de epidemias y la economía hasta las cuestiones raciales y la diplomacia. La escena del ataque al Capitolio por parte de partidarios de Trump el 6 de enero puso de relieve la profunda división que persiste en la política estadounidense y reveló aún más la realidad de una sociedad estadounidense desgarrada.

Biden

La sociedad estadounidense ha perdido sus valores. Con identidades personales y nacionales tan diversas, es difícil formar una sinergia espiritual que una a toda la sociedad para afrontar los desafíos.

Estados Unidos, que en su día fue un “crisol” de distintos grupos de inmigrantes y que reconocía el predominio de los blancos y del cristianismo, hoy está lleno de una cultura pluralista que enfatiza la lengua, la religión y las costumbres propias de los inmigrantes.

“La diversidad de valores y la coexistencia armoniosa”, una característica social de los EE. UU., está mostrando una confrontación cada vez más aguda entre valores debido a la división entre las diferentes razas.

La legitimidad de la Constitución de Estados Unidos, que es la base del sistema político estadounidense, está siendo cuestionada por más grupos raciales, ya que fue creada principalmente por dueños de esclavos y personas blancas.

Trump, que defiende la supremacía blanca y el dominio del cristianismo, ha intensificado constantemente los conflictos entre los blancos y otros grupos raciales en áreas de inmigración y políticas raciales.

Dados estos hechos, la reconstrucción de los valores pluralistas planeada por el nuevo gobierno de Estados Unidos inevitablemente será bloqueada por grupos supremacistas blancos, lo que hará difícil lograr la remodelación del alma estadounidense.

Además, la polarización de la sociedad estadounidense y la reducción del grupo de ingresos medios han dado lugar a sentimientos anti-élite y anti-sistema.

El grupo de ingresos medios, que representa la mayoría de la población de Estados Unidos, es un factor decisivo para la estabilidad social del país. Sin embargo, la mayoría de las personas con ingresos medios se han convertido en personas con ingresos bajos.

La distribución desigual de la riqueza, en la que un porcentaje muy pequeño de los estadounidenses posee un porcentaje muy grande de la riqueza, ha generado una insatisfacción extrema por parte de los estadounidenses comunes hacia las élites políticas y los sistemas actuales, llenando a la sociedad estadounidense de hostilidad, creciente populismo y especulación política.

Desde el final de la Guerra Fría, las diferencias entre los partidos Demócrata y Republicano en cuestiones importantes relacionadas con el seguro médico, los impuestos, la inmigración y la diplomacia han seguido aumentando.

La rotación en el poder no sólo no ha logrado avanzar en el proceso de reconciliación política, sino que ha generado un círculo vicioso en el que ambos partidos socavan el trabajo del otro.

Ambos partidos también están experimentando el auge de facciones políticas extremistas y el declive de las facciones centristas. Esta política partidista no se preocupa por el bienestar de la población, sino que se ha convertido en una herramienta para agravar los conflictos sociales. En un entorno político altamente dividido y tóxico, se ha vuelto más difícil para la nueva administración estadounidense implementar políticas importantes.

La administración Trump ha exacerbado el legado político que divide aún más a la sociedad estadounidense y hace más difícil para la nueva administración realizar cambios.

Al restringir la inmigración y promover la supremacía blanca, el proteccionismo comercial y la inmunidad colectiva durante la pandemia de COVID-19, la administración Trump ha provocado una intensificación de los conflictos raciales, continuas confrontaciones de clase, daños a la reputación internacional de Estados Unidos y decepción de los pacientes de COVID-19 hacia el gobierno federal.

Lo que es peor, antes de dejar el cargo, la administración Trump introdujo varias políticas hostiles e incitó a sus partidarios a desafiar los resultados de las elecciones, envenenando el ambiente gobernante del nuevo gobierno.

Si el nuevo gobierno, que enfrenta numerosos desafíos graves a nivel nacional e internacional, no logra romper el legado político tóxico de su predecesor y no logra resultados políticos específicos lo antes posible dentro de los dos años de mandato, tendrá dificultades para liderar al Partido Demócrata para ganar las elecciones intermedias de 2022 y las elecciones presidenciales estadounidenses de 2024.

Estados Unidos se encuentra en una encrucijada, donde el cambio de poder ha brindado la oportunidad de corregir las políticas destructivas de la administración Trump. Dado el grave y persistente malestar de la política y la sociedad estadounidenses, es muy probable que la decadencia política del país continúe.

Li Haidong es profesor en el Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Asuntos Exteriores de China.


Hora de publicación: 01-feb-2021

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